La Revolución de Mayo por 3° grado

Por Marina Garrido y Marcela Szulder (maestras de 3° grado A y B)

La historia estudia el paso de los hombres por el mundo a través del tiempo, e implica iniciar la búsqueda de un conocimiento de los hechos del pasado desde el presente.  Para conocer la historia, seguimos huellas.   Los hombres, mujeres y niños de 1810 ya no están.  Asomar a su tiempo nos exige un enorme esfuerzo de imaginación, en el que nos guían las huellas que ellos dejaron: las imágenes, los discursos, los testimonios escritos de esos días.

La Revolución de Mayo que hoy conmemoramos constituyó un largo proceso que, a partir de la decadencia de la Corona Española y la invasión napoleónica, llevó  a los criollos a convertirse en protagonistas de un nuevo orden.  Justamente, la idea de estar en el centro de una revolución permitió a aquellos hombres  encontrar un sentido al rumbo de los acontecimientos ante la incertidumbre de un mundo que parecía resquebrajarse.

Los alumnos de 3° grado ya habían investigado respecto del contexto colonial de aquellos días y este año,  a partir de la lectura de diversas fuentes históricas,  profundizaron su indagación sobre la época. En el proceso creativo de la representación que hoy nos ofrecen, ellos mismos dirigieron su búsqueda hacia el pasado, hacia los gestos y voces de ese ámbito colonial, y  mediante diversos motivos y objetos imaginaron  y reconstruyeron ese momento, los bailes, las expresiones de aquellos hombres y mujeres.   Indagaron también sobre el concepto de revolución, su sentido y significaciones   El término “revolución”  no tiene su origen en la esfera política, sino en la astronómica.  Nicolás  Copérnico lo utilizó en el siglo XVI para referirse al movimiento rotatorio de las estrellas que escapa a la influencia del hombre y es, por lo tanto, irresistible.  Más tarde, al aparecer  la noción de “revolución” en el ámbito político muchas veces se la asocia con ese carácter inevitable de lo natural, la fuerza frente a la cual los hombres se sienten arrastrados hacia la acción.  Cuando a partir de 1810 comienza a producirse el proceso revolucionario, los contemporáneos de ese tiempo  se piensan a sí mismos mediante metáforas naturales: torrentes, erupciones, mareas.  Ante el inminente derrumbe del poderío español sobre América, la revolución es percibida por  muchos de aquellos hombres como un gran vértigo.  A sus ojos, los hechos inevitablemente llevarían hacia la instauración de un nuevo orden, cuyo momento inicial sería el gobierno de la Primera Junta conformada el 25 de mayo de 1810.

Por supuesto, no fue unánime la aceptación del proceso revolucionario.   Hubo quienes mostraron su resistencia, quienes aconsejaron prudencia, pero también hubo muchos como Castelli, Moreno o Belgrano que soñaron con una Nación independiente, en la que los principios de igualdad y libertad  alcanzaran a todos los habitantes de este suelo. En el presente, ese sueño inconcluso aun debe continuar tejiéndose.  Pero, si siguiendo las huellas dejadas por el pasado, hoy hiciéramos el esfuerzo de imaginar a aquellos hombres y mujeres de 1810, tal vez podría guiarnos en nuestro viaje imposible la visión de Eduardo Galeano, tal vez podríamos pensar que en sus palabras Galeano describe también a los hombres y mujeres de 1810.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás:

      "No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores.

Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas.

Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman;

pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear,

y quien se acerca, se enciende."   

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